Escritos de Juan Espinoza Cuadra



El 19 de Julio de 1979 que yo recuerdo y considero

Escrito por el Dr. Juan Espinoza Cuadra

México

Junio de MMX

Esos días fueron de vértigo, de ansiedad aferrada al estómago, de incertidumbre asida al presente y dilema amenazante al futuro. Las calles sobreabundadas de inhóspita violencia, de algarabía sospechosa e ingenua. El pueblo amorfinado en la cadencia y exotismo de los sucesos. Los disparos dispersos y extendidos a toda dirección, el desaliño de los combatientes acentuado por el fastidio de lo prolongado de la lucha, el verde militar rompiendo la nitidez habitual de los días de invierno, los adoquines apilados como infranqueables apostadores de las desconocidas novedades, el humo de los incendios atiborrando la imagen de una Managua preñada de eventos inesperados. El caos transitando enfundado en una apuesta de baraja del destino.

Aquella mañana de 19 de Julio de 1979, la curiosidad venció mi tedio y perdido en la peregrinación de ingenuos, me dirigí a presenciar la manifestación más apócrifa e inconcebible que ficción alguna podía sustentar. Y la mentira develo un rostro irreconocible inflamado por los cantos de victoria y los vítores de los crédulos. El júbilo secuestro la sencillez de un pueblo angustiado y asediado y una manifestación adrenílica integral hizo presa de una multitud sedienta de esperanzas y asoleadas de incredulidad. Aparecieron los líderes bajo una aureola de mesianismo inesperado, espontáneo, irreflexivo. Bajo los rayos agobiantes del Sol y la pésima calidad del sonido cada palabra provocó somnolencia y no entusiasmo. La arenga era dirigida a combatientes, no a un pueblo estrenando su libertad. Las armas en alto, amenazando al somocismo y a los somocistas, a los no somocistas, a los apartidarios, a los apáticos, a los opositores al frentesandinismo, a todo lo que no fuera rojo y negro o no se aproximará a la frivolidad de las tendencia marxistas, fueron disparadas al aire, ajusticiando la tolerancia. Las consignas mataron ese día la conciencia de algunos, quizás muchos. Encerraron la gnosis de los dóciles tras los barrotes de desatinados slogans exaltando la indulgencia y humanidad de los vencedores.

Así como llego la multitud, con el corazón y el pensamiento sedientos de proclamaciones de iniciativas para un futuro mejor, así regresaron a sus casas. Esgrimiendo un universo de hipótesis. El discurso de los triunfadores reseñaron las vicisitudes de la batalla, su heroísmo, su entrega, su sacrificio, sus mártires. No el heroísmo ni el sacrificio ni la entrega ni los mártires del pueblo nicaragüense. Plagiaron mediante el número de sus armas y la metralla el triunfo y coraje de toda una Nación. En la balanza inexacta que impusieron peso solamente la discrepancia de sus concepciones triunfalistas. O estabas con ellos o contra ellos. La ideología impuesta careció de muecas misericordes. Y se inicio una nueva batalla, la del exilio. Y otra batalla, la de la imposición. Y otra más, la del secuestro de las variopintas corrientes de pensamiento. El olor de los cuerpos en descomposición aún era perceptible y ellos, indolentes, coaccionaron y amedrentaron.

A partir del 19 de Julio de 1979 los vínculos familiares de los y las nicaragüenses fueron violentados, rotos a través del cuestionamiento a los valores y principios mediante los cuales la sociedad nicaragüense se erigió. Los ahora gobernantes sin prejuicio alguno confrontaron y alentaron la insubordinación. A partir de ese momento, solamente ellos, los padres de la Patria y de sus habitantes.

Legítimamente, el 19 de Julio le pertenece a todo nicaragüense que aporto su esfuerzo o vida para cambiar el sistema represor político-militar de la familia Somoza. Treinta años después, un pueblo agobiado por la falta de oportunidades, angustiado por las intenciones dictatoriales de un tirano, mermado por el saqueo de la clase política, esta a las puertas de gestar un cambio. Nicaragua pertenece a clase obrera que trabaja incansablemente por la superación de sus familias de sus amigos y conocidos, a los campesinos que día a día hacen parir los frutos de la tierra y bendicen con ellos cada mesa de cada hogar, a los asalariados que sin su fortaleza los distintos sectores económicos sucumbirían, a los estudiantes generadores de progreso y esperanza, a los profesionistas que le echan ganas irremediablemente para abrir nuevas fronteras industriales y tecnológicas, a los marchantes andantes y de mercados que sin su energía y empuje colapsaría el comercio, a los académicos en cuyo conocimiento yace la puerta hacia el futuro, en fin, a todo hombre, mujer, niño o niña, adolescente o adulto mayor que siente y palpita cada extremo de Nicaragua, desde Cabo Gracias a Dios a San Juan del Norte y de Punta Cosiguina a El Ostional.

Ya no hay cabida para líderes mesiánicos ni predestinados. Todo nicaragüense tiene el derecho y la oportunidad de proyectar un futuro de paz, prosperidad y desarrollo sostenido para una Nación que vibra de vida y energía. Cualquier ciudadano nicaragüense puede administrar a conciencia para beneficio de todos, los innumerables recursos naturales y progresar a toda la Nación, sin distingos de ningún tipo. Cobijados todos bajo los colores azul y blanco y soñar juntos la emancipación de toda pesadilla que cimbre temores e inseguridad. El pueblo de Nicaragua es un solo partido político para derrotar a los partidos transgresores y sus cabecillas infractores.

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